Alessandra Merlo, literata y teórica del cine, es profesora del Departamento de Lenguas y Cultura de la Universidad de los Andes. Se ocupa de imagen fija (fotografía), cine, medios y representación. Luego de graduarse de Literatura Moderna de la Universita degli Studi di Pavia, Alessandra cursó una Maestría en Literatura Latinoamericana en la Pontificia Universidad Javeriana y un Doctorado en Cinéma et Audiovisuel en la Universite De Paris III (Sorbonne-Nouvelle). Algunas de sus obras incluyen “Mirar Una Película” y “Los útiles y los inútiles. Presencia y visibilidad de los objetos en el cine”.
En algunos países latinoamericanos se ha comenzado a hablar de la “plurinacionalidad” como una categoría abstracta de lo político, y la cual plantea la necesidad de garantizarle a las comunidades indígenas una territorialidad dentro del Estado, en donde puedan desplegar sus formas de reproducción social de manera democrática; en otras palabras, el espacio donde los pueblos indígenas ensayen su autonomía y sus modos de reproducción política. ¿Qué desafíos y oportunidades encuentras al implementar esta idea de “plurinacionalidad” en un país como Colombia, en donde la visibilidad nacional de las comunidades indígenas sigue siendo muy limitada?
AM: Justamente el problema o la cuestión no es el valor del modelo “plurinacional”. Es pensar más bien qué puede significar su implementación. Me limito por lo tanto a hablar de la visibilidad (la condición de ser visible), y planteo dos escenarios distintos. El primero es que vemos lo que ya conocemos, o reconocemos; en este sentido, vemos lo ajeno y lo distinto según nuestras mismas necesidades de incluirlo, por lo tanto. lo vemos como desafío, enemigo, minoría, víctima, a través de una mirada belicista o piadosa, según el caso. En el segundo escenario deberíamos estar dispuestos a ampliar nuestros marcos de visibilidad. Ver al otro asumiendo la mirada del otro, considerándolo a través de sus mismos parámetros. En la historia latinoamericana (y colombiana) estamos todavía muy lejos de acercarnos a la segunda opción, lo que podría significar que la invisibilidad se queda en el más básico desconocimiento cultural y material, un desinterés que puede debilitar todavía más las comunidades indígenas frente a intereses económicos y violencia. ¿Cuál debe ser nuestra posición como sociedad ante esa necesidad de las comunidades indígenas de trascender su idea de autodeterminación -la recuperación de su autoconciencia étnica- hacia una participación que altera no sólo la política sino también sus modos sociales, sus canales de representación e inclusive sus propios modelos económicos? ¿cómo apoyar ese tránsito desde el reconocimiento de la identidad cultural hacia el respaldo de un proyecto político? AM: Nuestra posición debería ser la de asumir la mirada del otro. Sin embargo, esto es algo que a veces se hace en la academia, ojalá en la escuela (la pública y también la privada), a veces en la reflexión y producción artística (pienso en lo audiovisual, en lo musical), muy poco o nada en los medios de comunicación. Pero, ¿puede el debate cultural (el que se genera en los ámbitos que acabo de nombrar) llegar a crear una necesidad legislativa y política? Esta es la pregunta. Para contestar no es suficiente mirar casos más o menos afines a lo largo y ancho del planeta. Hay que considerar el contexto presente y sus posibilidades reales. Diría por lo tanto que en Latinoamérica (que de por sí es una realidad demasiado diversa para caber bajo un único parámetro) la opinión de la sociedad siempre ha contado muy poco, siempre y cuando haya sido respetada, no censurada, no callada.
"Deberíamos estar dispuestos a ampliar nuestros marcos de visibilidad. Ver al otro asumiendo la mirada del otro, considerándolo a través de sus mismos parámetros"
Al analizar el rol de las curules indígenas en el Congreso colombiano durante los últimos veinte años, sus representantes destacan las oportunidades y espacios de participación que se han abierto para sus pueblos; no obstante, su representación sigue siendo minoritaria, impidiéndoles plantear temas estructurales para los pueblos indígenas que en efecto sean tramitados por el Congreso –y que luego se evidencia con proyectos en su mayoría archivados.
AM: Sin duda la Constitución del 91 ha hecho algo importante. Sin embargo, un problema grave en la política (en el sistema político o gubernamental) de Colombia, es la deslegitimación metódica de la oposición (y de las minorías). Al no existir una necesidad de debate (político) entre gobierno y oposición, entre partido mayoritario y grupos minoritarios, se condena infinitamente al silencio al que no está en el poder. Es un sistema autoritario y absolutista disfrazado de democracia (lo digo como literata, como estudioculturalista, no como politóloga, por supuesto). Si tradicionalmente liberales y conservadores se alternaban el poder (y ahora, otros grupos ligeramente más variados), eran ellos los que podían aprovechar su paso por el poder. Las minorías, sin embargo, están estructuralmente alejadas del poder (por ser minorías y minoritarias) y de sus intereses. Lo que estoy diciendo es que el sistema mismo parece incluir a los indígenas más para mostrarse inclusivo que para darles la palabra. La agenda de las comunidades indígenas suele venir acompañada de la defensa de la madre Tierra, del territorio y de la pervivencia colectiva, y, en palabras de varios representantes, “se percibe que estos temas poco o nada le importan al Congreso”. De esta forma, los indígenas que acceden a estas curules se enfrentan a profundas resistencias con relación a las iniciativas legislativas que proponen. ¿Cómo abordar estas resistencias –profundamente culturales- que trascienden el ámbito de lo político? AM: La defensa de la madre Tierra, por ejemplo, muestra hasta qué punto los valores de propiedad, comunidad, derecho de la sociedad occidental liberal son distintos a los valores que les dan las comunidades indígenas. Tan distintos y distantes que parecen no caber bajo un mismo sistema jurídico. Las resistencias que los representantes indígenas encuentran frente a estos temas y a las discusiones correspondientes se deben a que se está poniendo en discusión el mismo sistema patrimonial occidental. El desafío de los valores indígenas puede significar (y significa) un peligro para la estructura social colombiana (no indígena). No es cierto que estos temas “poco importan” a la mayoría del congreso: la deslegitimación y la marginación del debate sobre estos temas es a su vez una estrategia escapista para no tener que enfrentar un debate en el que difícilmente se podría encontrar una conciliación. Es en este sentido que se puede hablar de resistencias profundamente culturales, mas no por esto menos políticas (lo cultural siempre es también político) //
"La defensa de la madre Tierra, por ejemplo, muestra hasta qué punto los valores de propiedad, comunidad, derecho de la sociedad occidental liberal son distintos a los valores que les dan las comunidades indígenas"